jueves, 22 de mayo de 2014

Reducir las condenas de los presos

Navegando por las redes descubro por fin una noticia que me parece conmovedora por diferentes motivos que no voy a explicar aquí. Es ésta:


Y me pregunto cómo es posible que en ningún departamento (hasta donde sabemos) de este instituto se contemple la posibilidad de que la lectura de LIBROS aligere la carga académica de unos temarios que (muchas veces) consiguen ensequecer las incontestables maravillas de las que se tiene que dar noticia a los alumnos que por aquí pasan.

Esta biblioteca ha visto a personas de verdad (vivas) hincharse de reír con un libro escrito en 1330, y otras (también vivas actualmente) emocionarse hasta las lágrimas con otro que tiene ya casi ciento cincuenta años. Por ejemplo.

Yo soy una biblioteca: todos los que no puedan decir lo mismo que piensen en lo que no digo.

miércoles, 30 de abril de 2014

No tan listas

Nos han llegado algunas peticiones para que propongamos lecturas que sean recomendables desde un punto de vista lo más objetivo posible. Algo así como "¿qué libros tengo que leer para ser una persona culta?".

No sabemos a cuánta gente preocupa esto ni cómo de estrictos deben ser los criterios para seleccionar los libros, pero hemos encontrado una lista que resulta interesante. Tal vez sea más interesante discutirla que suscribirla, pero la reproducimos tal cual viene en http://www.libropatas.com/listas/las-100-mejores-novelas-en-castellano-del-siglo-xx/.

Las 100 mejores novelas publicadas en castellano durante el siglo XX. Relación elaborada por el periódico El Mundo en 2001, teniendo en cuenta la opinión de sus críticos y de más de 20000 lectores del periódico:

Cañas y barro - Vicente Blasco Ibáñez (1902)
Los cuatro jinetes del Apocalipsis -Vicente Blasco Ibáñez (1916)
Sonatas - Ramón María del Valle-Inclán (1902-05)
Tirano Banderas – Ramón María del Valle-Inclán (1926)
La lucha por la vida: La busca, La mala hierba, Aurora roja - Pío Baroja (1904)
Zalacaín el aventurero - Pío Baroja (1909)
Las inquietudes de Shanti Andía – Pío Baroja (1911)
A. M. D. G. – Ramón Pérez de Ayala (1910)
Jarrapellejos – Felipe Trigo (1914)
Niebla - Miguel de Unamuno (1914)
La tía Tula – Miguel de Unamuno (1921)
El obispo leproso – Gabriel Miró (1926)
Juan de Mairena – Antonio Machado (1936)
Madrid, de corte a checa  - Agustín de Foxá (1938)
La forja de un rebelde: La forja, La ruta, La llama – Arturo Barea (1941-44)
La familia de Pascual Duarte - Camilo José Cela Nobel   (1942)
La colmena - Camilo José Cela Nobel (1959)
San Camilo, 1936 – Camilo José Cela Nobel  (1969)
Mariona Rebull – Ignacio Agustí (1943)
Nada – Carmen Laforet (1944)
Ficciones Jorge Luis Borges (1944)
El señor presidente - Miguel Ángel Asturias (1946)
Hombres de maíz – Miguel Ángel Asturias (1949)
La sombra del ciprés es alargada - Miguel Delibes (1947)
Cinco horas con Mario- Miguel Delibes (1966)
Los santos inocentes – Miguel Delibes (1981)
La cabeza del cordero – Francisco Ayala (1949)
Alfanhuí - Rafael Sánchez Ferlosio (1951)
El Jarama – Rafael Sánchez Ferlosio (1955)
Plaza del Castillo-  Rafael García Serrano (1951)
Los cipreses creen en Dios – José María Gironella (1953)
Pequeño teatro – Ana María Matute (1954)
Las buenas intenciones – Max Aub (1954)
Pedro Páramo – Juan Rulfo (1955)
Entre visillos - Carmen Martín Gaite (1957)
Retahílas – Carmen Martín Gaite (1974)
Los gozos y las sombras: El señor llega, Donde da la vuelta el aire, La Pascua triste - Gonzalo Torrente Ballester (1957-1962)
La saga/fuga de J. B. – Gonzalo Torrente Ballester (1972)
Réquiem por un campesino español – Ramón J. Sender (1960)
Las mocedades de Ulises – Álvaro Cunqueiro (1960)
La Tregua – Mario Benedetti (1960)
Sobre héroes y tumbas –  Ernesto Sabato (1961)
Tiempo de silencio – Luis Martín Santos (1961)
El Astillero – Juan Carlos Onetti (1961)
El coronel no tiene quien le escriba - Gabriel García Márquez (1961)
Cien años de soledad - Gabriel García Márquez (1967)
Crónica de una muerte anunciada – Gabriel García Márquez (1981)
El siglo de las luces – Alejo Carpentier (1962)
Bomarzo – Manuel Mujica Lainez (1962)
Rayuela – Julio Cortázar (1963)
La ciudad y los perros - Mario Vargas Llosa (1963)
Conversación en La Catedral - Mario Vargas Llosa (1969)
Lituma en los Andes – Mario Vargas Llosa (1993)
José Trigo – Fernando del Paso (1966)
Señas de identidad – Juan Goytisolo (1966)
Paradiso – José Lezama Lima (1966)
Volverás a Región – Juan Benet (1967)
Tres tristes tigres - Guillermo Cabrera Infante (1967)
La Habana para un infante difunto – Guillermo Cabrera Infante (1979)
El día que murió Marilyn - Terenci Moix (1969)
No digas que fue un sueño – Terenci Moix (1986)
El obsceno pájaro de la noche – José Donoso (1970)
La oscura historia de la prima Montse – Juan Marsé (1970)
Movimiento perpetuo – Augusto Monterroso (1972)
Ágata, ojo de gato – José Manuel Caballero Bonald (1974)
Yo, el Supremo Augusto – Roa Bastos (1974)
Las ninfas - Francisco Umbral (1975)
Mortal y rosa - Francisco Umbral (1975)
La leyenda del César visionario – Francisco Umbral (1992)
Barrio de Maravillas – Rosa Chacel (1976)
El beso de la mujer araña – Manuel Puig (1976)
Extramuros – Jesús Fernández Santos (1978 )
Los mares del sur - Manuel Vázquez Montalbán (1979)
Galíndez – Manuel Vázquez Montalbán (1990)
Volavérunt – Antonio Larreta (1980)
Las edades de Lulú-  Almudena Grandes (1980)
La vida exagerada de Martín Romaña – Alfredo Bryce Echenique (1981)
Octubre, octubre - José Luis Sampedro (1981)
La sonrisa etrusca – José Luis Sampedro (1985)
Museo de cera – Jorge Edwards (1981)
Bélver Yin – Jesús Ferrero (1981)
La casa de los espíritus – Isabel Allende (1982)
La torre herida por el rayo – Fernando Arrabal (1983)
Tiempo nublado – Octavio Paz (1983)
El viaje a ninguna parte – Fernando Fernán Gómez (1985)
Ardiente paciencia/El cartero – Antonio Skármeta (1985)
La ciudad de los prodigios – Eduardo Mendoza (1986)
El maestro de esgrima – Arturo Pérez-Reverte (1988)
Juegos de la edad tardía – Luis Landero (1989)
Como agua para chocolate – Laura Esquivel (1989)
El camino del corazón – Fernando Sánchez Dragó (1990)
El jinete polaco – Antonio Muñoz Molina (1991)
Corazón tan blanco – Javier Marías (1992)
La pasión turca – Antonio Gala (1993)
Azul – Rosa Regàs (1994)
La nada cotidiana – Zoé Valdés (1995)
Las máscaras del héroe – Juan Manuel de Prada (1996)
La hija del caníbal – Rosa Montero (1997)
Beatriz y los cuerpos celestes – Lucía Etxebarria (1998)
Las historias de Marta y Fernando -Gustavo Martín Garzo (1999)


Como decíamos, podemos discutir que sean las mejores pero, si alguien no sabe qué leer, buenas deben de ser.

P.S: Próximamente, literatura en inglés, en francés, o lo que surja.

jueves, 24 de abril de 2014

Reflexiones pos-día-del-libro

Ha pasado el veintitrés de abril, y guardo la impresión de que estas cosas las leemos cuatro. Por eso no me resisto a la tentación de copiar y pegar las reflexiones que ayer mismo publicaba un profesor de Literatura en algún instituto de Cataluña, que es como un amigo en la distancia que nunca te llama pero con el que has compartido tanto...


La fiesta de la rosa y el libro


No me resisto a la tentación de escribir un artículo en fecha tan señalada que aparecerá en la cabecera de mi blog en un veintitrés de abril de dos mil catorce. Y precisamente hoy hablaré de los libros y yo en este aniversario al parecer benéfico que conmemora la muerte de dos genios de la literatura. Además en mi amada Catalunya es una fiesta patriótica en que se funden los libros y las rosas en una tradición singular que tiene una especial atracción para el ciudadano medio que en este día repara en el valor de los libros y compra las últimas novedades editoriales mientras los libreros y editoriales gimen de placer.

Los libros y yo. ¡Qué extraña fantasía hablar de los libros y yo! O de la literatura y yo en otro sentido pues no leo sino literatura. ¿Amo la literatura? No lo sé. Ha formado parte de mi vida conformándola en su propia entraña desde aquel niño triste que fui y fueron los libros precisamente los que lograron rescatarme del dolor de vivir. Probablemente hubiera podido decir que la vida no me gustaba pero sí los libros que fueron cayendo poco a poco en mis manos abriéndome distancias nuevas. La literatura se convirtió en una especie de amante a la que me entregaba en escenas barriobajeras de sexualidad turbia. Pero miraba las cosas a través de esos libros cuyos personajes se adueñaban de mi ego frágil. Y así fui uno y otro buscando claves de vida para lograr interpretarme a mí mismo en una búsqueda incesante de identidad. Pronto me di cuenta de que yo no era nada en mí mismo. Era un sujeto cambiante, oscilante, que se adentraba en el mar de la literatura buscando un asidero que me ayudara a vivir. No leí solo por placer sino por sostenerme en pie como atado al mástil. Aquel adolescente extraño que fui creaba sus propias escenas de erotismo en su mente y  los libros fueron compañeros de aquel agotador onanismo de mis catorce años junto a las canciones de los Beatles.

Hoy, mucho tiempo después, me doy cuenta de que la literatura sigue siendo una amante con la que comparto confidencias, que me sigue seduciendo a pesar de lo ajada que está pues ha envejecido a la par que yo. A veces me acuesto con ella y realizamos prácticas inverosímiles que no puedo confesar. La llamo puta porque sé que a ella le gusta. Es mi otro lado. Y no puedo sino amarla y odiarla a la vez porque permite que salga mi lado oscuro. Sueño con abandonarla, la  miro con desdén, con resentimiento preguntándome cómo hubiera sido mi vida si aquel niño triste en lugar de ser torpe con el balón y querer sentarse siempre con las niñas en clase, hubiera sido un crack de la pelota y hubiera podido resarcir su identidad con el éxito en el fútbol que me estuvo vedado. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera disfrutado con aquellos cánticos sobre el equipo de mi ciudad? ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera metido alguna vez un gol? Pero no. Solo me quedaron los libros a los que me aferré por mi inutilidad ante la vida. Me encadené a ellos y ellos me crearon de nuevo en un magma confuso de identidades múltiples. No me sentí nunca de un sitio u otro. Nunca he tenido creencia en una pertenencia patriótica. Cuando intuyo un patriota hablando conmigo, presiento que estoy hablando con un hombre afortunado pues esa pertenencia le da claves de existencia. Anhelo estar cubierto por una bandera. Aquí en Catalunya abundan por todos los lados, pero yo no lo entiendo, no entiendo estar identificado con una bandera, con  un club de fútbol, con una identidad central. Con una virgen. Con unas tradiciones. ¡Que existencia más sencilla la que encierra todo eso! No sé si sencilla o simple. Yo no puedo en este amor atormentado que me liga al veneno de esta puta que me arrastra y me lleva siempre a la sala de los espejos donde más nos gusta representar ese juego de identidades donde soy un extraño y atónito amante lésbico o un marino que pierde la gracia del mar, o el capitán Ahab, o el tuberculoso en una montaña mágica, o la polla de José Arcadio Buendía. No sé, en definitiva. Me hice al final profesor de literatura. Era mi única opción y mi condena final. He de llevar a estos muchachos desnortados y enemigos de la lectura a la literatura, pero he de confesar que detesto ese papel. No considero que la literatura sea una buena cosa en la vida de uno. Y esta fiesta de rosas y de libros me produce una sensación ominosa. Hoy casi he vomitado viendo la cadena de rosas que invade todas las calles y que se venden o regalan. Ese literario símbolo que es la rosa convertido en tópico y manido símbolo de patriótico diapasón. La rosa es fugacidad, es camino hacia la muerte. Su belleza nos revela la proximidad de la muerte, y las rosas de ahora no tienen siquiera aroma. Son rosas de postal de libro de autoyuda pero he comprado casi una docena y las he puesto en un jarrón en la cocina. No sé por qué lo he hecho si este acto inconfesable para mi fe me produce aversión. Tal vez sea por mi afán de sufrimiento que aprendí con esa amante cruel que es la literatura. Identifiqué dolor con placer. Y esta mujer sádica y cruel que es la literatura, para que no me escape, sigue teniéndome en sus manos que me acarician y me cortan con cuchillas y me sume en visiones de imágenes oscuras que no puedo olvidar. Ni quiero olvidar.


¿Cómo podría expresar a mis alumnos este sentimiento de dolor que experimento? ¿Cómo puedo aspirar a que lean? Me repele este papel de docente que ha de defender que los libros son inspiradores de nuestra imaginación. Quia. Si alguien quiere encontrar el camino a los libros, lo encontrará por sí solo. Yo solo soy un farsante que elude su misión salvífica. Detesto esta fiesta de los libros y de las rosas. Y esta euforia que reina en las calles como si la literatura fuera a dar claves de nada. Bah.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡Feliz día del libro!

La presentación que vuestras (y ahora nuestras) compañeras hacen de Platero y yo es todavía mejor que el mural que está expuesto a la entrada de nuestra biblioteca.

Ojalá los profesores no perdiéramos nunca la capacidad de dejarnos enamorar de nuestros libros para poder hablar con ellos con el tiernísimo rigor, la amabilidad y la erudición con que lo hacen Ángela y Yisela.

No podemos dejaros sus palabras, pero sí algunas imágenes:






Y claro, gracias a la profesora María Fernández, por hacer todo esto posible.



lunes, 21 de abril de 2014

Día del libro

Ya casi es el día del libro y para celebrarlo dos compañeras de 4º E.S.O. B han realizado un trabajo que quieren compartir con nosotros. ¿No lo habéis visto? Acercaos a la biblioteca.



Gracias, Yisela; gracias, Ángela.

jueves, 13 de febrero de 2014

Ganadores del concurso de cuentos de navidad

Seguro que ya habéis visto el cartel, pero aquí queda colgado para que todos lo sepan:
Los ganadores del concurso de cuentos navideños son:






¿Se ve bien?

Primer ciclo de la ESO:  Natalia Ayllón Morales  (1º ESO B)   "La importancia de la ilusión"

Segundo  ciclo de la ESO:  Laura Lorca Alcaraz   (3º ESO B)    "Misma historia. Distinto final" 

Bachillerato:  Andrea Fortis Megías   (1º C)    "Las sobras de los que más tienen "


P.S: Debemos el cartel anunciador a Cristina Cao y Rocío Ligero (3º ESO B). Gracias y gracias.